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martes 10 de junio de 2025

Cultura oceánica: un nuevo movimiento que propone conocer el mar para cuidarlo

“Sin azul no hay verde, y sin verde no hay vida”. En el Día Mundial del Océano, Congreso Futuro conversó con dos expertas para profundizar sobre la llamada Cultura Oceánica, una mirada que busca resignificar nuestra relación con el mar, integrando ciencia, educación, saberes tradicionales y conciencia ambiental.

Cultura oceánica: un nuevo movimiento que propone conocer el mar para cuidarlo

Cultura oceánica: un nuevo movimiento que propone conocer el mar para cuidarlo

No siempre visible, pero siempre presente. El océano regula el clima, alimenta el ciclo del agua, produce oxígeno y sostiene la biodiversidad esencial para la vida en la Tierra. Reconocer esta interdependencia no sólo es urgente, sino vital para su protección. De ahí surge la Cultura Oceánica como un enfoque educativo y social que promueve una comprensión integral del océano y de nuestra responsabilidad hacia él. 

Este movimiento nació en Estados Unidos a comienzos de los años 2000, cuando científicos y educadores comenzaron a cuestionar la escasa presencia de las ciencias marinas en el sistema escolar. En 2002 organizaron la conferencia “Oceans for Life” y, dos años después, consensuaron una definición y los siete principios fundamentales que dan forma a la Cultura Oceánica.

El primero y más importante: existe un solo gran océano interconectado. Lo que ocurre en una zona afecta a todo el sistema planetario. Este cuerpo de agua único cubre más del 70% del planeta, regula temperaturas, hace posible la vida, alberga ecosistemas clave y sostiene economías, culturas y modos de vida. Sin embargo, gran parte de él permanece inexplorado y, peor aún, profundamente amenazado. Comprender y aplicar estos principios es el primer paso para proteger al gigante azul que nos da sustento.

Ese es el propósito profundo de la cultura oceánica: una mirada integral que invita a vincularnos emocional, científica, histórica y políticamente con el océano. En conversación con Congreso Futuro, dos voces expertas en la materia comparten su visión sobre este enfoque que crece desde el sur del mundo, abarcando arte, educación, ciencia, espiritualidad y activismo.

“La cultura oceánica nació como una forma de divulgar ciencia oceánica, pero se ha expandido para incluir todos los aspectos que nos conectan con el mar. No es solo entregar datos, sino inspirar, emocionar, cambiar actitudes. Por eso hoy hablamos de reconectar con el océano, no de conectarnos desde cero. Porque nuestros pueblos originarios siempre estuvieron ligados al mar. Lo olvidamos, y ahora hay que volver a mirar esa relación”, explica Pilar Muñoz, bióloga marina, académica de la Universidad de Valparaíso y representante de Chile ante la UNESCO en esta materia.

Pero esta conexión no es solo simbólica: es urgente. Dos de cada tres respiraciones humanas dependen del oxígeno generado por organismos marinos. El océano regula el clima, absorbe gran parte del calor del planeta, permite el transporte, sostiene cadenas alimentarias, provee de principios activos para medicamentos, ofrece recreación, belleza y sentido. “Cuando se habla de ‘maravilla’ en este Día del Océano, se habla también de un ecosistema profundamente desconocido. Lo que vemos desde la playa es apenas la punta del iceberg. Para abajo, hay un mundo por descubrir”, señala Jacko González-Garcés, bióloga marina y asesora científica de Congreso Futuro.

El término “Ocean Literacy”, traducido como cultura o alfabetización oceánica, se ha instalado con más fuerza en el sur global en la última década. Sin embargo, la traducción no es inocente. “Entre alfabetización y cultura hay abismantes  diferencias”, advierte Jacko. “Alfabetizar te invita a partir de cero, mientras que la cultura es algo que ya existe, que se hereda, que se coconstruye a lo largo del tiempo. Y eso es precisamente lo que nosotras defendemos: que el vínculo con el océano  no es algo nuevo, ha estado siempre ahí”.

Ambas coinciden en que Chile es un país oceánico, aunque a veces lo ignore. “Tenemos el registro más antiguo del mundo en consumo de algas, en Monteverde hace 14.000 años”, explica Pilar. “Nuestros pueblos originarios cazaban, navegaban, cocinaban, vivían en torno al mar. Incluso Mary Graham, una inglesa que pasó por Chile hace 200 años, escribió que si fuera legisladora le pondría toda su atención al mar”.

Desde el Centro de Cultura Oceánica 360°, impulsado por la Universidad de Valparaíso, Pilar lidera experiencias innovadoras que combinan arte, ciencia y tecnología. “Creamos cortometrajes animados, libros, cursos. Pero también usamos realidad virtual para que las personas puedan sumergirse en el fondo marino. Porque entendimos que no basta con informar. Hay que tocar el corazón para movilizar”.

Uno de los desafíos más importantes está en el sistema educativo

Aunque Brasil se convirtió en 2024 en el primer país del mundo en incluir oficialmente la cultura oceánica en su currículo nacional, en Chile ese paso aún está pendiente. Sin embargo, existen experiencias valiosas desde la educación no formal: talleres, proyectos escolares, seminarios, redes de colaboración. “En un seminario con profesores de distintas asignaturas, un docente de literatura propuso crear cuentos del océano; una profesora de arte llevó a sus estudiantes a la playa. Descubrimos que la cultura oceánica puede atravesar cualquier materia. Es transversal. Es humana”, afirma Pilar.

Jacko también destaca otro punto esencial: la necesidad de descentralizar el acceso al conocimiento marino. “Hoy la mayoría de las intervenciones se hacen en zonas costeras. Pero ¿qué pasa con quienes viven en la cordillera o en el valle? Las personas que ahí viven también están profundamente conectadas al mar, aunque no lo vean. El fenómeno de El Niño, por ejemplo, afecta el régimen de lluvias, las cosechas, la economía. El océano y la atmósfera están entrelazados, y nos afectan a todos”.

Esa misma conexión es la que impulsa nuevas agendas científicas y diplomáticas. Hoy Chile se está postulando para ser sede de la Secretaría del Tratado de Biodiversidad Marina en Áreas Fuera de Jurisdicción Nacional (BBNJ), un hito a nivel internacional. “Este tratado busca proteger la biodiversidad de alta mar, es decir, más allá de las 200 millas náuticas. Un espacio que hoy es, en muchos casos, escenario de discordias  . Por eso la cultura oceánica también es política. Requiere compromiso estatal, incidencia y diplomacia científica ”, dice Jacko.

Para ambas expertas, el mensaje es claro: no hay sostenibilidad posible sin mar. Y por eso resulta tan simbólico que el lema del Día Mundial del Océano de este año sea “Maravilla: Sosteniendo lo que nos sustenta”. “Porque cuando uno se asombra, se enamora. Y cuando se enamora, cuida”, sintetiza Pilar.

Durante junio, Chile será escenario de múltiples actividades ciudadanas, educativas y científicas para celebrar esta fecha. Entre ellas, destaca la Ruta de la Cultura Oceánica, que acompañará al Congreso de Ciencias del Mar con más de 400 presentaciones confirmadas, y la ceremonia oficial del Día del Océano, organizada en conjunto por la Universidad de Valparaíso y el Senado de Chile, que se celebró el 5 de junio en el Salón de Honor del Congreso Nacional en Valparaíso.

“La cultura oceánica no pertenece solo a la comunidad científica de las Ciencias del Mar o a las personas que trabajan en él. Nos interpela a todas y todos”, concluye Jacko. “El océano nos provee oxígeno, alimento, experiencias e identidad. Es un sistema vivo que nos ha sostenido desde siempre. El desafío hoy es sostenerlo a él. Porque de eso depende nuestro futuro”.

Para conocer más sobre Cultura Oceánica descarga el kit pedagógico de UNESCO acá: https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000263062

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